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No quería que Yunho le dijera a Dita, pero yo tenía que evitar entrar en contacto con ella hasta que recuperara la memoria. Solo rogaba porque se lo digera de una manera sutil, que no pudiera lastimarla.
Contrario a eso, utilizó el cartel para ponerla en mi contra y hacer creer que todo era cosa mía. Si tan solo supiera. Pero algo bueno salió de eso.
Por un instante, llevó su mano, temblando torpemente, a su vientre y su rostro recobró su natural color durazno.
Escuché algo así como un golpe ahogado, pero estruendozo a su vez, el sonido de un tambor dentro del agua –a pesar de que en mi vida había escuchado algo igual– el golpe se hacía cada vez más fuerte, y mis oidos se inundaron de él. Bum bum... Bum bum... Bum bum. El golpeteo sesó.
Dita.– Oh, así que eres tú.
Si, el pequeño golpeteo venía de ahí, de su seno, y la luz de sus ojos volvió a su estado natural, una lagrima estuvo a punto de caer por su mejilla. Corrí para apoyarme en ella antes de que ésta callera. 
Había estado tanto tiempo preocupado por evitar el viaje a Seúl, que por poco olvido a mi pequeño hijo.
Changmin.- Dita, lo has recordado –le dije, esperando de verdad que fuera así, pero su expresión me decía lo confirmó.
Cuando sentí su ansiedad dejé de apoyarme en sus hombros para que ella pudiera ponerse de pie.
Yunho.- ¿Recordár el qué?
Después de todo mi esfuerzo por mantenerlo en secreto había sido en vano, pero nada de eso ya importaba. Ahora toda la verdad es que no tendríamos que viajar a Seúl.
Changmin.- la verdad chicos es que, mi costado está bien –intenté serenarme y mantener mi felicidad a raya para que no fuera malinterpretada –Yunho tiene razon, la razon por la que quiero evitar el viaje es otra, y la razón es que... –no podría por ponerlo ni un segundo más, todos ellos tendrían que saberlo –Dita será madre de mi hijo.
Estoy seguro de que muchas cosas pasaron desde que hice mi declaración, pero solo había una que importava. La pequeña de ojos suplicantes atorada entre mis brazos, pegada a mi pecho, y el pequeño tamborileo, que, aun que yo sabía que tal vez era el único en escucharlo, retumbaba ritmicamente en mi cabeza. Un pequeño corazón.
Le sonreí, ella me devolvió la sonrisa, pero ahora mis nesesidades eran otras. Había esperado ocho días para esto, y ya no podía esperar un minuto más. Conciente que eramos los unicos en la sala, la besé. Un beso inocente, pero cargado de pasión acumulada. Pronto todo estuvo como emepzó, sus manos se entrelazaron en mi nuca entre mis cabellos, acercándome cuanto podía a ella mientras yo hacía lo mismo con sus hombros y sintura. En un instante perdí el equilibrio y caímos al sillón grande de la sala. Aun unidos, pero llegando al borde de nuestras fuerzas.
Al siguiente instante ya estábamos dormidos, así, juntos, ella sobre mi, como debía ser, pero con un agregado entre nuestros cuerpos.


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